Conclusiones



Espacio para compartir las teorías psicológicas que llevamos dentro...

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Pensamientos ilustres, 1968. Capítulo III

Conocer los defectos del amigo no es razón para dejar de quererle; pero que él no sepa que tú conoces sus defectos, porque dejará de ser tu amigo.

En cuantos entierros en vez del pésame habría que dar la enhorabuena.

Los días tan largos, la vida tan corta.

Y quien es la causa de mi tristeza me pregunta: “¿Por qué estás triste?”.

Hoy vuelvo al mismo lugar en donde estuve ayer: todo es distinto.

Llegamos a tomar cariño al que siempre nos necesita.

¡Voluntad voluntad! En lo único que pienso es en lo que no quisiera pensar.

No siento yo la herida, sino quien me hirió.

La venganza es el placer de las almas bajas.

No todo lo que es permitido por la ley es honesto y moral.

Hay quien sólo donde puede mandar puede parecer superior.

La diferencia entre el amor y la amistad es que un mal hombre puede ser un perfecto amante, pero nunca un perfecto amigo.

Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.

Más cerca de Dios está el pecado humilde que la virtud orgullosa.

Cuando de algo se dice “Está muy bueno” y cuando de alguien se dice “Es muy bueno”, ya se sabe de lo que se trata en ambos casos: de comérselo.

Si la medida de nuestra bondad fuera la gratitud de los favorecidos con ella, tendríamos que creer que no habíamos hecho más que mal en la vida.

No te fíes de tu prudencia y no te tengas a ti mismo por sabio.

Una respuesta suave apaga la ira, mientras que palabras duras provocan el furor.

Lo que no es necesario, es ocioso.

Acompáñate con sabios y aprenderás de ellos, y no te acompañes con necios, que te acostumbrarás a ser mentecato.

La mentira es el papel moneda de la verdad. Sólo tiene crédito cuando representa un valor efectivo que no conviene poner en circulación.

Las verdades más peligrosas son las que parecen mentira.

Conviene dejar al morir algunas deudas incobrables, para que alguien nos llore con sinceridad.

Materializar lo espiritual hasta hacerlo palpable, espiritualizar lo material hasta hacerlo invisible, es todo el secreto del arte.

Decía un pobre escritor viejo: “No hay duda, estoy en plena decadencia, ya no tengo más que amigos y admiradores”.

No es posible dar luz sin consumirse.

El que está seguro de su fuerza nunca abusa de ella.

La vida se defiende de quien quiere llevarla por donde ella no sabe ir.

Hacer bien a quien nos odia aumenta su odio.

En ocasiones, el oír a los demás nos impide oírnos a nosotros mismos.

Hay quien no cree en los milagros, y al despertarnos cada día lo primero que debíamos exclamar es: “¡Milagro milagro!”.

Si hay cosas que la razón no comprende es porque muchas veces confundimos la razón con el amor propio.

Cuidado con la modestia, que también puede ser orgullo.

Si quieres que alguien deje de serte antipático, procura hacerle algún favor para convertir su antipatía en simpatía.

Sólo se duda de lo que quisiéramos creer. Más se cree por conveniencia que por amor.

La Fe es ciega y la Esperanza cierra los ojos.

No se cambia el modo de ser porque se cambie el modo de estar.

A la larga nos proporcionan más disgustos los que nos quieren que los que nos odian.

Perdón que ha olvidado nada vale, y sin olvidar, menos.

Se falsifica mejor el genio que el talento.

Los libros son como los amigos; no siempre es el mejor el que más nos gusta.

En los errores puede haber tanta grandeza como en los aciertos.

Cualquiera puede ser héroe un día; un día y otro ya es más difícil.

Insistir no es lo mismo que persistir. Lo uno es tozudez, lo otro es voluntad.

De todos los pecados, el más fácil de ocultar es la envidia y es el que menos se disimula.

Cuando nos quejamos del egoísmo de los demás es porque ese egoísmo ha contrariado el nuestro.

Nunca queremos a quien nos parece mejor, sino a quien mejor parecemos.

En cuanto una virtud halla su recompensa, ya empezamos a dudar de que sea virtud.

Lo que no venderíamos a nadie por ningún precio suele ser lo que regalamos después a cualquiera.

Cuando la envidia se disfraza de compasión podemos aprovecharnos de ella pidiendo algunos favores al envidioso. Es seguro que se apresurará a presentárnoslo, por el gusto de decir que se lo debemos.

Un cielo sin sol es como un alma sin esperanza. Por eso las almas tristes aman los días nublados.

Si dudas, calla.

En donde no hay caridad no puede haber justicia.

La felicidad nace, como las rosas, de las espinas y trabajos.

Creer que un enemigo débil no puede dañarnos, es creer que una chispa no puede causar un incendio.

El que abre una zanja para su enemigo, cae en ella.

La ignorancia es siempre injusta con todo el mundo.

Pobre triunfador el que sólo puede contar como triunfos propios los fracasos ajenos.

Odio que del amor deriva, todavía es amor.

Pensar “¿Qué le importa a nadie de mí?”, es muy triste, pero es más triste pensar “¿Qué me importa a mí de nadie?”.

No hay mayor tristeza que no tener por qué estar triste.

Así como el ignorante está muerto antes de haber cesado de existir, el hombre de talento vive aún después de muerto.

Nada hay que valga tanto como el ejemplo.

Los hombres son tan simples que el que quiere engañar siempre encuentra alguno que se deja.

El agradecimiento es la memoria del corazón.

El que estando enojado impone un castigo, no corrige, sino que se venga.

No basta derribar; es preciso saber qué se pone en lugar de lo que se derriba.

El laborioso paga su vida; el perezoso, la roba.

Lo que nunca hemos hecho es lo que siempre recordamos.

También las buenas acciones tienen su remordimiento.

Al envidioso siempre le parece nuestra mejor obra la que menos ha gustado al público.

Al perder para siempre a un ser querido, no es el olvido, es el recuerdo lo que más nos consuela.

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